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El cambio de gabinete del pasado viernes tiene más de gestualidad y simbología política que de profundidad técnica o rectificación de rumbo. A excepción de la cantidad de cargos de subsecretarios en diversas carteras, solo los cambios de Cancillería y de Obras Públicas tienen peso político central en el Gobierno. Las otras tres designaciones –Deporte, Ciencia y Culturas–, si bien importantes para el relato y la imagen gubernamentales, son carteras de ajuste en cualquier cambio ministerial.

El cambio en Relaciones Exteriores es el que implica una corrección mayor para la administración de la política exterior. Tuvieron que dejar sus cargos tanto la ministra Antonia Urrejola (cercana al PS) como los dos subsecretarios, lo que debiera implicar también, en las próximas semanas, ajustes administrativos internos importantes en algunas de sus Direcciones. Los antecedentes son claros, pues al margen del cúmulo de errores de visión y gestión que se vienen produciendo en esa cartera, las autoridades cesadas se vieron directamente involucradas en hechos que perjudicaron la imagen de pulcritud y eficiencia política del Gobierno, comprometiendo aspectos sensibles del interés nacional. Ello hacía más que aconsejable su cambio.

La llegada de Alberto van Klaveren como canciller (cercano al PPD y en particular a Heraldo Muñoz), concordada a pocas horas de la ceremonia ritual, debiera producir un ajuste de procedimientos y criterios para asentar los aspectos complejos de la diplomacia nacional, pues se trata de un diplomático experimentado y con gran conocimiento del funcionamiento del sector. Entre ellos, la política vecinal, y una aproximación austera y cuidadosa a los temas nuevos, como la sobrecargada agenda de seguridad, con asuntos tan sensibles como las migraciones y la Defensa Nacional, en los cuales la opinión de la Cancillería es importante.

El cambio de ministro de Obras Públicas, a su vez, es el otro punto sensible. Si bien las críticas hechas a la gestión del ministro saliente, Juan Carlos García (PL), en cuanto a la ausencia de iniciativas vistosas en ese ministerio que sirvieran al despegue de la economía nacional, pudieran ser aceptadas, su gestión no era más débil ni menos errática que la que se puede apreciar en otros ministerios, tales como Transportes, Economía o Educación. El punto sensible es que, en materia de ajuste de cupos ministeriales, el Presidente optó por dejar al Partido Liberal fuera del gabinete, lo que aumentará las tensiones internas en la coalición oficialista. La nueva ministra, Jessica López (PS), tiene prestigio y conocimiento en temas de gestión del aparato público, lo que permite auspiciar una mejor gestión en esta difícil cartera.

Pero, tal como se presumía, el foco La Moneda lo puso en los cambios de subsecretarios, con 15 nuevas designaciones. Aunque muchas de ellas solo responden a un alineamiento con el cambio ministerial o la continuidad de los ministros, o simple ejercicio aritmético de equilibrios políticos al interior de las coaliciones de gobierno, fortaleciéndose en esta pasada el denominado Socialismo Democrático.

El más llamativo fue el cambio de José Miguel Ahumada –cercano a RD y con especial vínculo de confianza con el Presidente Boric– en la Subsecretaría de Relaciones Económicas Internacionales, que en su momento marcó un rasgo diferenciador a propósito de su oposición al TPP11, en contra de la opinión de la ministra Antonia Urrejola y del ministro de Hacienda, Mario Marcel, lo que trajo enormes problemas al Gobierno. Dejando claro el cambio de mano, el cargo ahora lo asume la economista Claudia Sanhueza (RD), exsubsecretaria de Hacienda y cercana al ministro Marcel.

Políticamente notorio es, además, el cambio de subsecretario de Transportes, Cristóbal Pineda (RD), de deficiente gestión y ninguna sintonía con otros ministerios, con proyectos paralizados, lo que le trajo problemas con varios gobiernos regionales, entre ellos, el de la Región de Valparaíso, que dirige el oficialista gobernador Rodrigo Mundaca. La llegada en su reemplazo del exseremi de Obras Públicas Jorge Daza (PS), debería normalizar esta situación.

Vistosa es también la llegada de dos subsecretarios nuevos al Ministerio de Educación. Uno en Educación Superior y otro en la Subsecretaría de Educación. Así, este ministro parece estar bajo observación, y el ministerio bajo control directo de La Moneda, tal vez por los retrocesos y dificultades en educación media y básica que se viven, y los problemas del titular de la cartera por maltrato verbal a una parlamentaria de su propia coalición.

En definitiva, este ajuste sencillo de gabinete no alcanza para lograr un aumento de reputación en el ejercicio gubernamental, lo que se requiere con urgencia. Y cada vez el Presidente de la República se apoya más en la –hasta hace poco criticada– experiencia de partidos y funcionarios de la ex Concertación y de la ex Nueva Mayoría, que ya ocupan la mayor parte de los puestos más importantes del Estado de designación presidencial.

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