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El 29 de enero de 2003, una tecla mal apretada al digitar una dirección de correo estuvo a punto de destruir el sistema financiero chileno. Todo fue porque la entonces secretaria del presidente del Banco Central, Pamela Aranda, había entrado la noche antes al computador de su jefe, el presidente del Banco Central, Carlos Massad, para enviarle información privilegiada del dólar a su amante y gerente general de la corredora de bolsa Inverlink, Enzo Bertinelli. Al otro día, Massad se percató que un mail había rebotado por tener mal escrita la dirección y explotó el caso Corfo-Inverlink. Como titularon Sandra Radic e Iván Weissman en su crónica de El Mostrador en 2015 ese fue “el día en que el sistema financiero chileno estuvo a punto de quebrar y nadie lo supo”.

El caso Corfo-Inverlink remeció el escenario político y financiero nacional a niveles comparables solo con la crisis del sistema bancario de 1981. Fue en medio de esa coyuntura, probablemente sin saber las reales consecuencias de lo que estaba ocurriendo, que el entonces presidente Ricardo Lagos apareció en un matinal en el sillón de su living explicando que lo que estaba pasando era “como si entraran a mi casa, me robaran un jarrón y después lo llevaran a un reducidor. Ese es el rol de Inverlink… pero se descubre el jarrón y obviamente lo voy a recuperar porque el jarrón es mío”.

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Después de conocida la teoría del jarrón, ardió Troya porque no era verdad que el Estado chileno podía recuperar su jarrón, más bien era todo lo contrario, y los tenedores de bonos soberanos chilenos estaban a punto de invocar la cláusula del “cross default”, lo que habría llevado al gobierno a la bancarrota. Es en este negro escenario que Ricardo Lagos y su ministro de Hacienda, Nicolás Eyzaguirre, sacaron sorpresivamente la carta que enfrió inmediatamente la temperatura de los mercados chileno e internacional al anunciar a Vittorio Corbo como nuevo presidente del Banco Central.

El nombramiento de Alberto van Klaveren en el Ministerio de Relaciones Exteriores, guardando las proporciones, tiene similitudes con el efecto que tuvo el nombramiento de Vittorio Corbo después del episodio del jarrón. Ambos nombramientos devolvieron el alma al cuerpo, en el caso de Corbo fue al mercado financiero, en el caso de Van Klaveren a nuestros vecinos y a la diplomacia chilena.

El Presidente Gabriel Boric lleva 12 meses de una seguidilla de errores y desmesuras en el ámbito de las relaciones internacionales, “era imposible haberlo hecho peor” comenta un importante diplomático chileno. El principal responsable de esta desmesura es el propio Presidente Boric, que hizo y deshizo sin posibilidad de contrapeso por parte de la canciller Antonia Urrejola, mientras era celebrado por un equipo de asesores inexpertos del Segundo Piso que no parecía darse cuenta del desconcierto que producía el Mandatario entre los vecinos y en el ámbito internacional.

Momentos difíciles

La diplomacia es una arte donde las cosas no se cuentan, no se dicen, sólo se ejecutan, ojalá en silencio y con mucho recato. Son los resultados los que hablan en la diplomacia y nunca se celebran, sólo se guardan en el cajón de los objetivo cumplidos.

La lista de errores del Presidente Boric es larga, muy larga y no es necesario recordarla en detalle porque aburre y agota. El último episodio fue en enero recién pasado, durante la VII Cumbre de la CELAC en Buenos Aires, Argentina, cuando el Mandatario le contó al mundo qué opinaba respecto a la compleja situación política peruana tras la destitución y detención del presidente Pedro Castillo por intentar un “autogolpe”, lo que derivó en que el Congreso nombrara como presidenta interina a la parlamentaria Dina Boluarte y se produjeran serias movilizaciones sociales, algunas de ella muy violentas.

En este contexto, Boric declaró frente a los mandatarios asistentes al encuentro y a la prensa internacional que: “no podemos ser indiferentes cuando hoy día en nuestra hermana República de Perú, con el Gobierno bajo el mando de Dina Boluarte, personas que salen a marchar, a reclamar lo que consideran justo, terminan baleadas por quienes deberían defenderlas. Más de 50 personas han perdido la vida y eso nos debería escandalizar”.

También aprovechó la oportunidad para recordar tiempos aciagos, “es inaceptable también que las universidades de América revivan las tristes escenas de los tiempos de las dictaduras del cono sur, como sucedió recientemente con el violento ingreso de la policía a la Universidad de San Marcos. Frente a estos atropellos, reitero la voluntad de Chile para contribuir a todos los espacios multilaterales para acompañar un diálogo inclusivo capaz de construir gobernabilidad democrática y asegurar el respeto a los derechos humanos”.

Como dijo después de escucharlo el ex embajador y académico chileno José Rodríguez Elizondo, “por su situación geopolítica Chile debiera tener muy en cuenta los efectos de intervenir en soberanías ajenas. Las relaciones internacionales son política de Estado, al margen de la ideología de los gobernantes. Desde esa mirada, esas declaraciones no fueron prudentes y no contribuyen a la mejor posición regional de nuestro país”.

Pero lo más grave del discurso presidencial, según Rodríguez Elizondo, fue que el mandatario estaba abriendo una caja de pandora: “es cosa de mirar a nuestros vecinos. Bolivia no tiene relación diplomática con nosotros y Evo Morales es un gran activista contra nuestros intereses nacionales. Con Argentina tenemos conflictos por soberanía y problemas diplomáticos pendientes. Con el único vecino que no teníamos problemas objetivos era el Perú y ahora, contra nuestro talante histórico, tomamos la iniciativa para decirle a su presidenta cómo debe enfrentar la crisis en desarrollo”, dijo en una entrevista publicada en Ex-Ante.

Todo este despliegue de las habilidades diplomáticas del presidente Boric en Buenos Aires estuvo condimentada con la filtración de una grabación que daba cuenta de la reunión donde la canciller Urrejola y sus asesores diseñaron, con lenguaje propio de pinchanga futbolera, la respuesta del gobierno chileno al exabrupto del embajador argentino en el país. La grabación fue mundialmente conocida mientras Boric y Urrejola asistían como invitados del gobierno argentino a la VII Cumbre de la Celac en Buenos Aires.

Este y los otros varios eventos ocurridos en los últimos 12 meses explican la sorpresiva salida de toda la plana mayor de la cancillería. Nunca, desde el retorno de la democracia en 1990, ese ministerio había sufrido una razia del nivel que sufrió el viernes, cuando salió la canciller, sus dos subsecretarios y toda la camarilla de asesores que los acompañaban. La llegada de Alberto van Klaveren al último piso de Teatinos 180 permitirá dormir más tranquilo al mundo diplomático chileno y, por qué no, a varias cancillerías de los países vecinos.

Cómo habrá sido de relevante para el gobierno que el nombre del nuevo canciller fuera impoluto y diera garantías a todos los sectores que, Marta Maurás, la primera candidata para ocupar el cargo terminó descartada minutos antes del cambio de gabinete porque se conoció un antiguo posteo en Twitter donde hablaba a favor de la inmigración. Si era necesario tener tan limpio el certificado de antecedentes, el nuevo ministro de Cultura, Jaime de Aguirre, o el de Deportes, Jaime Pizarro, tenían muchos más antecedentes delicados que la señora Maurás.

Con Alberto van Klaveren llega a la cancillería el panzer de la diplomacia chilena, una persona que ha participado silenciosamente en todos los momentos complejos y álgidos que ha enfrentado nuestras relaciones internacionales en los últimos treinta años. Fue parte del equipo que movió los hilos para lograr traer de vuelta al ex dictador Augusto Pinochet desde el Reino Unido y así tranquilizar el encrispado ambiente político en que ocurrieron las elecciones del 1999 y que permitieron llevar a Ricardo Lagos a La Moneda, el primer presidente socialista después del Golpe de Estado de 1973. De la misma manera sigilosa operó como agente de Chile ante La Haya cuando se discutían los litigios limítrofes pendientes con Bolivia y Perú, y vaya uno a saber cuántas otras operaciones de este tipo habrá comandado bajo el manto de la discreción y la diplomacia.

El otro forado del jarrón

Pero en este último cambio de gabinete, el jarrón del Presidente Gabriel Boric no apareció roto sólo en el tema de las relaciones internacionales. Una de las fracturas más grandes y complejas estuvo en el majadero intento por implementar tanta “idea bonita” vociferada durante la campaña y en sus primeros meses en La Moneda.

En este cambio de gabinete salieron ministras y ministros que el Presidente estimaba habían tenido una pésima y/o reprochable gestión de sus carteras. En el caso de la canciller, el presidente tuvo la deferencia de invitarla a su despacho tres días antes de conocerse su remplazante para decirle personalmente que la sacaría de su cargo, el mandatario no hizo eso con ninguno de los otros ministros que salieron del gobierno. Es probable que el presidente tuviera este gesto con Urrejola porque sentía cierta responsabilidad en su mala gestión, pero es decidor que no tuviera esta deferencia con los otros ministros porque estaba molesto por el mal desempeño que tuvieron en sus respectivas carteras. Cultura, Obras Públicas, Deportes y Ciencia eran serios problemas para el gobierno.

Algo parecido pasó en el caso de los subsecretarios donde era insostenible mantener al original creador de las “side letters” del TPP11, José Miguel Ahumada, o al mediático subsecretario de Salud Pública, Cristóbal Cuadrado Nahum, por sólo nombrar algunos. La gran mayoría de los subsecretarios que salieron fue porque eran inoperantes o entorpecían seriamente el trabajo de sus ministerios. El resto de los subsecretarios removidos -los menos- fue para equiparar fuerzas entre Apruebo Dignidad y Socialismo Democrático.

La necesidad del equilibrio de poder tras un año de gestión se produce luego de tres meses del primer cambio de gabinete en que se sumaron nuevos rostros del Socialismo Democrático al comité político y quedó en evidencia el aporte que ha hecho este sector con Mario Marcel, Manuel Monsalve, Carolina Tohá, Carlos Montes, Ana Lya Uriarte, entre otros.

Este cambio de gabinete del Presidente Boric en una primera y rápida mirada podría parecer un cambio menor, sólo de carteras sectoriales, que estuvo destinado a lograr  equilibrios de poder entre las dos coaliciones gobernantes, pero no es así, el viernes Boric reconoció que gobernar no era sencillo y exigía ministros experimentados y eficientes que lograran resultados concretos. Porque, finalmente, como reconoció el presidente Lagos después del caso Corfo-Inverlink la cosa no era tan fácil como ir y “recuperar el jarrón porque el jarrón es mío”.

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