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No se puede negar que, los últimos días de febrero y el inicio de marzo, entregaron señales de cómo será este intenso año político. Al episodio de Orsini & Valdivia –por una llamada poco atinada, que, de seguro, es la punta del iceberg de lo que hacen muchos de nuestros políticos, acostumbrados a tomar el teléfono para abusar de su condición de parlamentarios– se sumó un controvertido inicio de actividades del Comité de Expertos, los que concluyeron –antes de empezar su labor– que les iba a “faltar tiempo” para hacer su trabajo, insinuando que requerían de varias semanas adicionales. ¿Se imagina el escándalo político que habría desatado la Convención, en 2022, si se hubiera atrevido a pedir la extensión de plazos, cuando todo indicaba que era lo más lógico?

Por otra parte, en el país amnésico en que nos hemos convertido, pudimos ver al ex Presidente Piñera opinando duramente de la contingencia, lo que sigue indicando que el ex Mandatario está desplegando una estrategia que busca convertirlo nuevamente en candidato o, bien, instalar a uno de los suyos –del piñerismo– en la carrera por La Moneda en 2025. Algo impensable cuando Piñera batía el récord como el Presidente de peor respaldo ciudadano en la historia de Chile –desde que hay encuestas, claro está–, con paupérrimos 6 puntos en la encuesta CEP de diciembre de 2019.

También en el país amnésico, “la opinión pública” pide hoy que el litio sea “privatizado”, que los proyectos sacrifiquen lo ambiental por lo económico y que los partidos políticos digan qué Constitución quiere el país. Y, por supuesto, los humoristas no se atreven a hacer chistes políticos y vuelven a las vulgaridades de siempre. Todo lo contrario a lo que “la gente” pensaba y expresaba en las RRSS e incluso en la calle hace solo tres años. “Chile parece un país anestesiado, que vivió una novela de ficción en estos últimos años”, me dijo, la semana pasada, un distinguido científico y académico chileno que vive en Londres.

Por supuesto, el Gobierno del Presidente Gabriel Boric no escapa del fenómeno de la amnesia colectiva que parece afectar al país. Hoy defiende la presencia de militares en la frontera, los Estados de Excepción en La Araucanía, el toque de queda en la zona de catástrofe, y alaba la labor de Carabineros.

Sin embargo, el movimiento del péndulo ahora parece comenzar a favorecer a Boric. La encuesta Criteria, publicada el jueves pasado, constató no solo un importante aumento del respaldo al Presidente (seis puntos en un mes, llegando a 39%), sino que, además, permitió demostrar que, en el mismo mes, Piñera tenía 34%. Es decir, pese a que algunos sectores han tratado de dramatizar la caída abrupta del joven Mandatario –con insinuaciones de renuncia incluso–, la realidad demuestra algo muy distinto.

¿Por qué este aumento en las encuestas a días de cumplir un año en el poder? Partamos por el hecho de que el giro en materia de seguridad –incluido un relato más elaborado– ha sido beneficioso para el Presidente y su Gobierno (sube 5 puntos en la misma encuesta), pese a los chascarros y errores permanentes de varios de sus colaboradores –como los conejos de Montes–. La Moneda entendió que este es un tema muy sensible para la gente y que cualquier vacilación puede ser castigada. Sin embargo, fueron los incendios los que marcaron un punto de inflexión para el Gobierno. A la interrupción de las recién iniciadas vacaciones de Boric –con un acertado cambio de planes posterior, en que reemplazó a Punta Arenas y Tunquén por la visita a cafés y plazas de Santiago, de una manera muy vistosa– se sumó el regreso del estilo Boric, ese que un año atrás, previo a que asumiera, desató la boricmanía.

Sin duda, el Gobierno tuvo una buena gestión de los incendios, pese a una partida insegura. Fue de menos a más, pasó la prueba y, lo más importante, le sirvió de aprendizaje. Pero lo más significativo para La Moneda es que el Presidente se reencontró consigo mismo. Un Boric emocionado, empático y cariñoso, pero, al mismo tiempo, capaz de proyectar ese atributo que no le ha sido favorable en las encuestas durante un año: liderazgo y control, más aún, en una emergencia. Los chilenos tenemos una extraña obsesión por juzgar y medir a los presidentes por cómo actúan en las catástrofes. Piñera con los 33 y el 18-O; Bachelet con el 28F.

Y, en ese contexto, la rutina de Fabrizio Copano –genial, por lo demás– en que mencionó a Boric, no podía ser más oportuna para el Mandatario, al reflejar fielmente lo que la gente estaba viendo en esos días: al Presidente afectivo, pero también efectivo, en medio de la tragedia. De ahí que la talla “imagínate si Chile va a una guerra, ¿y nosotros tenemos aquí a Winnie the Pooh como Presidente? (…)” no dio ni para ataques de la oposición. Además, Boric aprovechó bien el momento –se colgó del éxito de Copano– e hizo algo de lo que nuestros políticos son incapaces: reírse de sí mismo. Bromeó en redes sociales con el osito de Ambrosoli y el personaje de Disney. Incluso, alargó el momento en la ceremonia de lanzamiento de la Ley TEA.

Veremos si el punto ganado por Boric en el verano se convierte en una oportunidad comunicacional y política para La Moneda, más aún cuando se acerca el 11 de marzo y todo hace suponer que vendrá un cambio estructural. Los incendios demostraron que la falta de experiencia e improvisaciones mostradas por el Gobierno, son posibles de corregir cuando se proyecta al mando un Presidente ejecutivo, empático, en terreno, pero rodeado de un equipo en que destacan quienes tienen trayectoria y transmiten seguridad, como el caso del propio Carlos Montes.

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